¿Cómo afecta el estrés de la mamá al desarrollo cerebral del bebé según la ciencia?
Durante el embarazo tu cuerpo cambia todos los días y tus emociones también. Seguramente te preocupa todo lo que viene o sientes que cualquier cosa te pega más de lo normal.
La ciencia ha demostrado que lo que tú sientes en estos meses también le puede afectar a tu bebé. Tus emociones viajan por tu cuerpo y forman parte del ambiente interno que lo acompaña mientras se desarrolla.
Conocer esta conexión te hace más consciente de que tu salud mental también forma parte del cuidado del embarazo, igual que la alimentación o las revisiones médicas.
¿Que ocurre en tu cuerpo cuando sientes estrés y cómo le llega al bebé?
Cuando pasas por una situación que te preocupa, tu cuerpo se activa para responder. Tu corazón late más rápido, tu respiración cambia y en tu sangre aumentan varias sustancias que forman parte de la respuesta al estrés.
Entre ellas sube el cortisol, que es una de las hormonas más conocidas, y también aumentan la adrenalina y la noradrenalina, que activan al cuerpo para reaccionar. Cuando el estrés dura mucho tiempo, sus niveles se mantienen elevados y el cuerpo empieza a resentirlo.
Durante el embarazo, la placenta actúa como un filtro entre tu sangre y la de tu bebé. Si el estrés es constante, parte del cortisol y también otras señales químicas relacionadas con la tensión pueden pasar por ese filtro.
Cuando eso ocurre, la placenta pierde parte de su capacidad de protección y el bebé comienza a recibir estas señales de alerta. Aunque aún no puede entender lo que pasa, su cuerpo y su cerebro sí reaccionan a lo que recibe.
Un estudio del Children’s National Hospital encontró que las mamás con estrés elevado durante el embarazo tenían bebés con cambios en áreas del cerebro que participan en la memoria y el aprendizaje. Esto muestra que estas señales llegan al interior del útero.

¿Cómo se forma el cerebro del bebé y por qué el ambiente interno importa tanto?
Desde las primeras semanas de embarazo, el cerebro del bebé empieza a desarrollarse a gran velocidad. Primero aparecen las células nerviosas, llamadas neuronas.
Después estas neuronas comienzan a unirse por medio de pequeñas conexiones llamadas sinapsis, que permiten que la información viaje de una célula a otra. Conforme pasan los meses se forman áreas que más adelante ayudarán al bebé a recordar, sentir, hablar, moverse y poner atención.
Todo este proceso ocurre dentro del útero y depende mucho de que el bebé reciba buen oxígeno, suficientes nutrientes de la sangre materna y un ambiente hormonal estable.
Cuando la mamá vive estrés intenso o que se mantiene por mucho tiempo, este equilibrio puede cambiar. El flujo de sangre hacia la placenta puede disminuir y eso afecta la cantidad de oxígeno y nutrientes que llegan al bebé.
Además, las hormonas relacionadas con el estrés, como el cortisol, pueden alterar la forma en que el cerebro fetal organiza sus conexiones. La ciencia ha visto qué regiones como la amígdala, que ayuda a procesar el miedo, o la corteza prefrontal, que participa en la toma de decisiones y el control de impulsos, pueden formarse de manera diferente bajo estas condiciones.
Estos cambios no se pueden ver desde afuera, pero se han identificado en estudios de resonancia magnética en bebés y niños pequeños, lo que confirma que el estrés materno puede influir en cómo se estructura el cerebro desde muy temprano.

¿Qué se puede observar en el desarrollo del bebé después del nacimiento?
Cuando el cerebro del bebé crece dentro de un ambiente marcado por estrés materno elevado, algunos cambios pueden aparecer después del nacimiento.
Un grupo de investigadores de la Universidad de California realizó un estudio con más de 150 mamás y sus bebés, publicado en la revista Development and Psychopathology. Encontraron que los bebés cuyas mamás tuvieron niveles altos de estrés durante el embarazo mostraban mayor facilidad para sobresaltarse, más dificultad para calmarse y mayor sensibilidad ante ruidos o cambios en el ambiente durante los primeros meses de vida.
Otro estudio del King’s College London, publicado en JAMA Psychiatry, siguió a los niños durante varios años y observó que quienes estuvieron expuestos a altos niveles de cortisol materno en el embarazo tenían mayor probabilidad de mostrar ansiedad, problemas de conducta o retos para manejar emociones en situaciones nuevas.
Estas señales no aparecen en todos los niños, pero sí se han repetido en distintos estudios, lo que ayuda a entender cómo influye el ambiente prenatal.
En el área del aprendizaje, un trabajo del equipo del University College London encontró que la exposición prolongada al estrés materno durante el embarazo se relacionaba con dificultades en memoria, atención y concentración en la etapa escolar.
Esto no determina el futuro del niño, porque cada cerebro tiene una gran capacidad de adaptación y respuesta a los cuidados que recibe.
Lo que muestran estas investigaciones es que el estrés materno puede dejar una huella temprana que hace al bebé más sensible.
Esa sensibilidad no es un problema en sí misma, pero sí indica que necesita más acompañamiento, paciencia y apoyo tanto en casa como en los espacios de salud y educación. Con un entorno estable, cariñoso y atento, muchos de estos efectos pueden disminuir y el niño puede desarrollarse de forma saludable.

El efecto del estrés no es igual en todas las mamás ni en todos los bebés
El impacto del estrés durante el embarazo puede variar mucho. Uno de los puntos más importantes es el momento en el que aparece.
En las primeras semanas, el cerebro del bebé forma sus estructuras básicas, mientras que en los últimos meses se afinan las conexiones que usarán para la memoria, la atención y las emociones. Por eso, la etapa del embarazo en la que ocurre el estrés puede influir mucho.
También influye la intensidad del estrés y cuánto tiempo se mantiene. Una situación puntual no afecta igual que vivir meses de preocupación.
Los hábitos y salud de la mamá también pesan. Comer poco o de forma irregular, dormir mal, vivir con enfermedades sin tratar o consumir tabaco y alcohol pueden hacer que el cuerpo esté más frágil y responda peor al estrés.

Lo que tú puedes hacer para cuidar tu salud emocional y apoyar el cerebro de tu bebé
Aunque muchas cosas externas no dependen de ti, puedes hacer pequeños cambios en tu día. Tómate unos minutos para respirar con calma, estira tu cuerpo con suavidad, camina despacio y escucha música que te relaje. Estas acciones sencillas ayudan a que la tensión física baje poco a poco.
Habla con alguien de confianza. Dile lo que sientes, tus miedos, tus dudas y ese cansancio que llevas dentro. Cuando sueltas lo que te pesa, tu cuerpo deja de sostenerlo en silencio y la carga se hace más llevadera.
Pide apoyo profesional si la preocupación, la tristeza o la angustia están presentes todos los días. La ayuda puede ser terapia, grupos de apoyo o tratamiento supervisado. Lleva este tema a tu consulta prenatal y compártelo con tu médico. Hacerlo muestra que te estás cuidando.

Cuidar tu bienestar emocional durante el embarazo es tan importante como atender tu salud física. Lo que sientes tiene un efecto directo en tu cuerpo y también en el desarrollo de tu bebé.
La ciencia ha mostrado que las hormonas del estrés, como el cortisol, pueden llegar al interior del útero y cambiar la forma en que el cerebro del bebé organiza sus primeras conexiones.
La buena noticia es que puedes hacer algo para protegerte y proteger a tu bebé. Respirar con calma, hablar con alguien de confianza y pedir apoyo profesional cuando lo necesites te puede ayudar a mantenerte más tranquila.
Cada gesto de cuidado hacia ti también es un gesto de cuidado hacia tu bebé. Tu bienestar emocional es parte esencial del embarazo.
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